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Buscando una cura I

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ClauCabyClausy's avatar
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Preludio
Arcania año 116, otoño.

    Aunque una brisa fría soplaba en la fuente de la luna, el calor del sol templaba el ambiente. Ocasionalmente se escuchaba algún chapoteo, los lirios se agitaban delicadamente y la suave voz de una sirena se integraba al ambiente como si fuera parte de la naturaleza.

   La chica cantaba sentada en la orilla de la fuente, con la parte inferior de su aleta dentro del agua. A su lado se encontraba recostado su hermano. De cuando en cuando, la muchacha se inclinaba a tomar un poco del líquido en su mano, la acarreaba en ella y la vertía sobre el vientre de su consanguíneo.

   Físicamente eran tan diferentes uno del otro, que seguramente nadie podría adivinar su parentesco a simple vista. En el cuerpo de la sirena predominaba el color negro, con un toque de blanco en el vientre, pecho y cara. Su piel tersa brillaba como si fuera de porcelana, contrastaba con la de su hermano, cubierta de escamas tornasoladas entre azul y morado en la mayor  parte de su cuerpo. Las puntas de su aleta y cabello, coloreadas de tono rojo, volvían más llamativo al joven. La única característica que tenían en común eran sus ojos negros, tan oscuros, que era imposible verles las pupilas. Pero esa particularidad era demasiado habitual en las sirenas de las profundidades, lo que demeritaba el rasgo familiar que compartían.

      Los hermanos disfrutaban de una quietud, que parecía un sueño en Arcania en eso momentos. El agua fría cayendo en un delgado chorrito sobre el joven, no lograba incomodarle, al contrario, lo estaba disfrutando. Como hechizado por el canto de su hermana, sentía que cualquier preocupación se había desvanecido del mundo. En ese preciso instante, se respiraba paz y quietud; aunque sabía que aquella sensación no duraría demasiado. Cerró los ojos para saborear mejor el momento sin pensar en nada más.

    La realidad era que en unos minutos, partirían a la plaza de la ciudad, en donde pasarían el día tratando de ayudar a los heridos y damnificados de las últimas batallas.

–Ademar... hermano...
–Mande –respondió el tritón algo adormilado.
– ¿Te duele? – preguntó la chica poniendo su mano en la enorme cicatriz que ostentaba el joven en un costado de su torso.
–No, no te preocupes hermanita. –Suspiró– Sigue cantando por favor.

    La chica volvió a entonar una melodía manteniendo su mano en la cicatriz. Ademar sintió una energía cálida corriéndolo. Abrió los ojos y se sentó al instante mirando como la marca había desaparecido.

– ¡Mirali! no deberías gastar tu energía así, hay otros que en verdad necesitan de tu ayuda.
–Pero tú siempre serás más importante, claro que quiero ayudar, sin embargo no me perdonaría el no haberte curado por completo... Nunca había borrado una cicatriz, y gracias a lo que me  ha enseñado el señor Raphael logré hacerlo -se cruzó de brazos molesta-  deberías agradecerme en lugar  de reclamarme.
–Lo siento, en verdad te lo agradezco mucho – sonrió pasando su mano por el largo cabello de su hermana.
–Eres muy tonto, parece que nunca se te va a quitar – le devolvió la sonrisa y lo abrazó.

     Nérida se acercó con tranquilidad hasta la fuente de la luna. La sirena miró a los jóvenes un momento antes de sonreír y acercarse.

– Hola. -saludó jovial, al sentarse junto a ellos y meter las piernas en el agua.
–Buen día– Respondieron los hermanos al mismo tiempo separándose para hacer una pequeña reverencia.
–  Hace buen clima a pesar de ser otoño. –apreció la recién llegada, moviendo las piernas con calma.

    Mirali observó con curiosidad a la recién llegada, sus ojos dorados, su cabello negro que iba decolorando hasta volverse dorado en las puntas, la naturalidad al acercarse a ellos, esa vibra peculiarmente familiar. Aunque iba luciendo aquellas piernas de terrestre, reconoció en ella a uno de los suyos. Quizá una compañera de su hermano, así que se interesó al instante en fraternizar.

–El clima del exterior es raro –Se adelantó a responder la sirenita. – Pero el cielo es la mejor parte. Mi nombre es Mirali.
– También me gusta el cielo –  Sonrió el tritón. – Mi nombre es Ademar, mucho gusto señorita...
– Nérida. -contestó ladeando un poco la cabeza

     Mirali  se giró hacia su hermano sorprendida. Adivinando lo que su hermana pensaba, el peliazul  negó con la cabeza.

– Y sí, el clima exterior es demasiado seco. – añadió la recién llegada, estirándose.
–El aire es raro porque está lleno de olores desconocidos –Asintió la chica. –  además daña la piel.
– Tienes razón. – rió la joven– si quieres luego te cuento sobre mis cremas para sobrevivir en la superficie. –le guiñó un ojo a la chica
–No seas quejumbrosa hermana –Ademar le puso la mano en la  cabeza y le revolvió el cabello cariñosamente– ¿Hay algo en lo que pueda servirle señorita Nérida?
– A decir verdad, si hay algo con lo que puedes ayudarme, joven Ademar. – agregó, posando sus tranquilos ojos en los del guardián.
–A sus órdenes señorita. – Le respondió tranquilo.
–Te pasas de servicial, ella es amable, pero es una desconocida. – Le reprochó su hermana pellizcándole el brazo.


    Nérida sonrió ampliamente, mientras Ademar se frotaba el brazo.

– Eso es cierto, hay gente que puede aprovecharse de tu amabilidad, pero para tu suerte, yo no soy una de ellas. –se deslizó para entrar a la fuente y se empapó a gusto, dejando aparecer su preciosa cola que tenía varios tonos de rojo, dorado, naranja y blanco. –En realidad estoy aquí para darte una nueva misión.
– ¿Darle una misión? ¡Oh! ¿Es usted una superior de mi hermano? –  preguntó la chica con cierta admiración y saltó al agua para tomar la mano de Nérida. – ¿Puedo ir también?
– ¡NO! ¡Eso no! Mirali te quedas con el señor Raphael o te vas a casa, no te llevaré a una misión –protestó el tritón  sacando su aleta del agua  irguiéndose sobre ella.

   Mirali apretó los dientes al ver a su hermano en esa postura. La expresión sería y los intensos ojos de su hermano mayor fijos en ella, junto con esa complexión atlética y altura que había ganado en el exterior casi lograron intimidarla. Por primera vez le encontró parecido a su padre, pero recordó que seguía siendo Ademar, así que no dudo en protestar.

– ¡No te pregunté a ti! –Gruñó la chica y presionó la mano de Nérida con amabilidad–  por favor señorita, no estorbaré, mi nivel mágico es superior al de mi hermano.
–  Tú tienes una misión importante aquí cariño. -le sonrió Nérida, acariciando su mejilla- la gente te necesitará aquí. Sólo tú puedes curarles si se contagian.
– Pero yo vine por Ademar... – La chica bajó la mirada cabizbaja. – No quiero dejarlo solo…
–No te preocupes por mi hermanita, haré lo posible para regresar pronto.
– ¿Y si algo te pasa?–preguntó casi sollozando. – Estabas casi muerto cuando llegué.
– En ese entonces no tenía a quien regresar, hermana, ahora que sé que te preocupo me haces más fuerte, siempre voy a regresar por ti.
– Eso no basta ¿Y si vuelves como Nereli?...
–No ocurrirá…
– ¡Hermano idiota! ¡Ya no me hables! – gritó la chica antes de desaparecer sumergiéndose en la fuente.

    Ademar suspiró frotándose la nuca y sacudió la cabeza con resignación. Controlando el impulso de ir tras su hermana se dirigió a Nérida.

–Si es posible me gustaría partir de inmediato.
– En ese caso prepárate, te esperaré en la playa. –cerró los ojos unos segundos y una luz dorada cubrió su cola, transformándose en un par de piernas- te contaré los detalles en el camino.
– ¿La playa? ¿A dónde iremos? –La miró extrañado.
– Iremos a ver al Oráculo. –Contestó casual, antes de darse la vuelta y alejarse– no tardes mucho. –añadió cantarina.

*
     Ademar llegó a la playa sin demora. Llevaba con él su tridente y el pequeño morral impermeable con el que llegó a la ciudad del pacto. Sentía que había pasado una eternidad desde que llego. Y en todo ese tiempo, aunque no parecía haber cambiado mucho para los demás, en realidad, en el fondo, se sentía diferente.
   
Sonrió cordial al ver a Nérida esperándolo y cuando se acercó a ella no  pudo contener la curiosidad.

– Así que… ¿visitaremos a un oráculo? – preguntó el tritón.
– Bueno... – comenzó la sirena, pero justo en ese momento una enorme carroza salió de las olas un poco más allá. Nérida miró sorprendida aquella inusual aparición y luego una amplia sonrisa cubrió su rostro.

    Un tritón del piel gris sujetaba las riendas de lo que parecían ser tiburones blancos, su cola era la de una mantarraya y por tal razón, la carroza quedó flotando con sólo la parte superior fuera,  para que su dueño pudiera seguir nadando a gusto. Ademar  paseó la mirada entre Nérida y el recién llegado. Obviamente se conocían y al no estar seguro de que hacer, simplemente hizo una reverencia a modo de saludo para el recién llegado.

– Entonces no todos los guardianes son mal educadosss con dicen. – el extraño rió, nadando hasta un área menos honda, cerca de la playa, donde movió una mano y dos piernas aparecieron volviéndolo terrestre.
    Nérida también hizo una reverencia y sonrió a su acompañante con aprobación.
– Si su Majestad visitara más la superficie, lo sabría.
– Tsk. -el aludido chasqueo la lengua.
– "¿Majestad?" –  pensó el muchacho haciendo una reverencia más profunda al tenerlo cerca.
– Ademar, este es el rey Ekhér del reino submarino de Birostris. Majestad, os presento al guardián Ademar.
   El tritón de piel gris le sonrió al joven.
– ¿Qué tal va con terrestres? – preguntó, con un acento cargado de erres.
– No puedo quejarme del exterior Señor –  respondió el joven incorporándose despacio.
– ¿No te tratan mal? -preguntó con interés.
– Me tratan mejor de lo que merezco alteza – le sonrió amablemente.
    Ekhér le sonrió satisfecho.
– Nunca dejes que tratar otra manera. – añadió.
    Nérida les miró sonriente y aclaró la garganta.
– ¿Y qué haces aquí en terrestre-landia? –  preguntó al monarca.
– Escuchar ciertos rumores, Perle, he venido a ver qué tal está.
– Me temo que tendrás que esperar en línea. –  bufo.
– Seguro tendrá tiempo para mí. –  alzó una ceja.
– Ve a hablar con Raphael, él te explicará. Nosotros tenemos que irnos, trabajo pendiente.

    Ademar no entendía de qué iba la conversación, sólo sabía que si no se le hablaba, no debería meterse. Sin embargo, se sentía incómodo yéndose a su misión dejando "botado" a un recién llegado, más si se trataba de un rey.

– Puedo pedirle a alguien que lo acompañe hasta la corte... si lo cree conveniente –  dijo tímidamente el guardián.
– Graciasss. –  Contestó Ekhér.  Se acercó a Nérida para susurrar algo en su oído y ella sonrió divertida.
– Ahora no. – Respondió juguetona –  cuando termine la misión.

    El monarca miró a otro lado no muy contento, aunque aceptó la aparente derrota con una sonrisita digna. Ekhér miró a Ademar esperando que le indicará donde podría encontrar una guía como le había propuesto. El guardián se apartó unos pasos, sacó de su morral un pequeño objeto que parecía un espejo decorado, frotó una de las piedras que te tenía en la parte baja y lo acercó a su boca para hablar lo más discretamente posible.

–  Disculpa Nathaniel. Estoy en la playa  para salir a una misión, pero el rey Ekhér del reino Birostris, ha llegado justo ahora.
–  No es mi asunto –  Respondió el elfo.
– Lo sé, pero creo que alguien debería escoltarlo a la corte de los milagros, al parecer tiene algo que hablar con el señor Raphael. Esperaba que aceptaras acompañarlo.
– ¿Me viste cara de guía de turistas?... – El elfo resopló con cierta resignación. –  Voy para allá, pero más te vale que no me encuentre a un, un enorme pez que tenga que llevar cargando a la corte. O peor aún, un tipo desnudo.
– Es un rey del interior del mundo, así que te pido que lo trates con respeto.
–  Sí, sí, ya voy... pero que no esté encuerado por favor.

   El joven se giró esperando que el rey no alcanzara a escuchar al elfo e hizo una reverencia., sonrió disimuladamente al notar que el monarca contaba solo con un taparrabos algo traslucido por estar mojado.

–  La persona que lo acompañará viene en camino... disculpe mi atrevimiento, pero, en el exterior les gusta echarse tela encima y que los demás también lo hagan. ¿Podría ponerse esto? – Sacó de su morral la yukata que Sejmet le regaló y la ofreció al rey- Sé que no es digna de la realeza, pero me honraría que la usara.

     Nérida miraba todo aquello encantada, la reacción del rey birostrino fue más tranquila de lo que esperaba.

– Agradecer amabilidad. –  sonrió, tomando la ropa, no tardó en vestirla, torpemente, pero gracias a la ayuda de la sirena, logró hacerlo propiamente.
– No hay nada que agradecer. – Respondió el peliazul y miró a Nérida esperando alguna indicación.
– En ese caso nos retiramos. –  Anunció ella –  Nos veremos luego Majestad. –  le guiñó un ojo y le dedicó una última reverencia antes de avanzar al agua.

    El tritón imitó a su compañera, volviendo a su forma natural en cuanto tocó el agua. Nérida se sumergió y avanzó solo un poco, luego esperó a Ademar con una sonrisa.

– ¿Y para qué visitaremos un oráculo? – preguntó el guardián llegando en un instante junto a ella.
– Nuestra misión es encontrar más personas con los mismos dones que tu hermana. – le explicó, mientras se quitaba un collar de una colcha marina dorada.- Tenemos que encontrarlos y convencerlos de venir a Arcania con nosotros.
– ¿Conoce a los oráculos? –  La miró sorprendido, él no sabía de ella, pero seguro era una persona muy importante.
– En realidad no les conozco personalmente, pero la reina Tethys me dio su localización. – su collar que ahora sujetaba en su mano, se transformó en una varita del mismo color.

    Agitó su varita, de la punta del instrumento apareció una corriente de magia dorada que envolvió a ambos, luego de un momento flotando a su alrededor, la magia desapareció.

– Ahora podremos nadar más rápido. – Explicó, su varita redujo su tamaño y ella la usó de nuevo como collar.- ¿listo? -preguntó.
– Por supuesto, la sigo a donde me indique.
–  Entonces, visitaremos a la oráculo que vive cerca de tu aldea.

    Ademar abrió los ojos de par en par sorprendido y la miró palideciendo un poco. Intentó sonreír para disimular, pero su sonrisa se quedó a medias. Ahora tendría que dar la cara en su casa  y explicar en persona la salida al exterior de su hermana.

**
    En medio de la oscuridad del océano  se alcanzaba a distinguir una hermosa luz, mientras más se acercaban, se fue dividiendo en varias lucecitas, dejando ver así el pueblo natal del tritón. Estaba ubicado en aguas demasiado profundas, así que las sirenas que venían de fuera tenían que adaptarse poco a poco a la presión. No era un problema para Ademar y Nérida no daba señales de sentirse afectada. Aun así, el tritón avanzó despacio, buscando algún tema de conversación.  

-En esta época del año la oráculo viene de visita, la encontraremos en casa de madre.
- Ohh. -contestó la sirena siguiéndole- Es mi primera vez aquí, aunque ya había escuchado de este lugar antes. Es muy bonito. -apreció, mirando a todos lados.

    La iluminación principal la debían a enormes piedras redondas que no solo despedían luz, también irradiaban ligeramente algo de calor. También había diversas creaturas marinas de colores llamativos, parecían despedir luz propia y su paseo de un lado a otro, era como ver una danza de luces neón desfilar.

     A diferencia de otros lugares, en los que solo se encontraba una especie de sirenas, en esa localidad había de todos los tipos. Una gran convención de sirenas de los siete mares conviviendo en el mismo lugar, aunque tenían ciertas diferencias con el resto de su especie. Una de las características más peculiares de aquellos habitantes, era la falta de cabello; la mayoría carecía de él, pero  algunos ostentaban tentáculos o aletas en su lugar. A diferencia del resto de sirenas que eran una combinación equitativa entre habitantes de océano y de tierra, las del lugar guardaban más parecidos a las creaturas marinas que a las personas del exterior.    

      Mientras avanzaban varios pueblerinos se les quedaron viendo. Habían avanzado un poco cuando una muchacha con aleta como de hipocampo se acercó a ellos.

– Bienveni... dos –la joven abrió los ojos de par en par al reconocer al tritón.
– Buen día Lira  – le saludo Ademar. – Como siempre es la anfitriona más amistosa.
– Ademar... ¿Regresaste? ¿ella es...?
– Es una guardiana –interrumpió el peliazul–  venimos por una misión. Señorita Nérida permítame presentarle a la señorita Lira, señorita Lira ella es la señorita Nérida
– M-mucho gusto, espero que tengan éxito en su misión – dijo la chica haciendo una respetuosa reverencia, aunque no pudo ocultar una mueca de decepción.

   Sonriendo, Nérida contestó la reverencia levemente.

– Gracias igual. –  respondió, examinando su reacción con disimulo.
– Entonces... me despido, no sé si esté bien que hable contigo si no vas a regresar –Suspiró la sirena – Suerte guardianes.
– Espere, ¿la abuela Atlacamani se encuentra en casa de madre?
– No en este momento, está con madre resolviendo un problema en la frontera, pero padre sí se encuentra... adiós

    La sirena se apartó de ellos rápidamente, quizá ni siquiera alcanzó a escuchar el "gracias" de Ademar. El tritón suspiró y se volvió a su acompañante.

– Tal vez debamos esperar en casa de madre, descaremos y esperaremos a la oráculo.
–  ¿Seguro? -preguntó, mirando como la sirena se alejaba.
– No... –  suspiró. – Esperaba no tener que darle la cara a mi padre.
– Jum, me refería a tu novia. – comentó tranquilamente, prestando su atención a una sirena que parecía de Octodea, quien al parecer había  salido de compras.
– No es mi novia, es la amiga de mi hermana –Ademar se sonrojó al instante y negó repetidas veces.
Nérida alzó un poco las cejas y sonrió.
– Parece que le gustas.
– No creo, seguro espera que regrese porque aún no hay otro "Yoalt", tal vez hay problemas que requieran de fuerza, eso explicaría que madre se encuentre en la frontera – Suspiró– Vamos, no puedo evadir a mi padre por siempre.

    Durante su recorrido se encontraron con otros conocidos del tritón, él los saludaba y ellos apenas respondían con una ligera inclinación. Un tritón enorme se dio la vuelta y nadó en dirección contraria en cuanto vio de lejos al guardián, llamando con esto la atención de Nérida.

– ¿Eres un macho alfa o algo así? –bromeó la chica.
– ¿Macho alfa? – No pudo evitar reírse– Nada de eso... sería el macho alfa si consiguiera el título de padre, justo ahora solo  soy el bruto del pueblo... mejor dicho era.

     Conforme seguían avanzando seguían siendo observados por la gente en su camino algunos murmuraban, pero ya nadie se atrevía a saludarlos.

– Pues para no ser macho alfa o te tienen mucho respeto, miedo  o no somos bien vistos. –comentó, observando a los mirones.
– No tiene nada que ver con usted. Todos son amables con los visitantes, pero como viene conmigo no saben cómo reaccionar. Es porque me fui, según las reglas, ya no soy bienvenido de regreso...
– Jum, supongo que cada lugar tiene sus costumbres distintas... aunque si me permites decirlo, que te odien por irte, me parece muy tonto.
– No creo que me odien, pero, me imagino que en ninguna parte está bien visto que alguien abandone sus responsabilidades así como así. Como Yoalt era mi responsabilidad cuidar de la próxima madre, pero me fui y ahora también Mirali.  –Bajó la mirada pensativo- Supongo que debe haber una consecuencia por ello, el que ya no te hablen debe ser un castigo menor.

    El tritón  se detuvo de pronto, su casa estaba al final de la calle.

– Aquí es.... –No pudo evitar tragar saliva.

La sirena se calló sus comentarios y se detuvo a su lado.

– No te preocupes mucho. –posó su mano en su hombro– Digan lo que digan, es un gran honor ser un guardián de Arcania. – le sonrió.
– Mi padre debe estar furioso porque Mirali se fue... –respondió algo ausente.
– Mirali está salvando vidas, si no le enorgullece eso, no sé qué podría satisfacerle.
– Sí... él estará orgulloso – sin darse cuenta había palidecido un poco, se llevo la mano al pecho como si se estuviera cerciorando de que su corazón palpitaba– Vamos.

    Ella le siguió sin decir más. Quería cuanto antes obtener la información que necesitaban y seguir con la misión, no tenían tiempo que perder.

    Ademar abrió la puerta y se sorprendió al ver a su padre con la oráculo en el recibidor, se inclinó respetuosamente al instante. La oráculo tenía una presencia que imponía al instante, sus ojos ovalados eran completamente negros, carecía de cabello y su rostro estaba surcado por gruesas arrugas. En cuanto a su aleta y su imagen general, daba la impresión de ser una creatura prehistórica. El tritón era bastante grande, semejante a un enorme tiburón blanco, de musculatura bien definida, sus penetrantes ojos negros se pasearon del peliazul a la sirena que iba con él.

–¿Piensas volver y viniste a presentarnos a tu novia?– preguntó la oráculo con voz un tanto gutural.
 
  La aludida sonrió divertida y susurró a Ademar.

– Me cae bien.
– ¡¡No es mi novia!! – el tritón se puso completamente rojo en un instante–  es mi superior, hemos venido a hablar con usted abuela.
–Entonces los dejo para que cumplan con su misión – dijo su padre pasando junto a ellos para salir de la casa– Por favor cuide de él –le dijo a Nérida haciendo una pequeña reverencia al pasar junto a ella.

    Ella se limitó a asentir levemente con seriedad. El tritón se marchó sin dirigirle ni una mira más a su hijo, por su parte Ademar lo observó hasta que desapareció en la distancia. Nérida aclaró un poco la garganta para que Ademar le prestara atención.

– ¿No nos presentarás, Ademar? –preguntó en un susurro.
–Perdón – dijo el tritón volviendo a la realidad– Abuela, ella es la señorita Nérida, de Atlantea– Dijo señalando a la chica –Nérida, ella es la Abuela: oráculo Atlacamani.
– Es un honor poder conocerla finalmente. -dijo la sirena, inclinándose frente al oráculo.
– Lo que me gusta del pequeño Ademar, es que puede sorprenderme. Soy la oráculo que puede ver todo destino, pero por algún motivo, lo que tenga que ver con él me esta negado. – dijo la anciana indicando que se acercaran con su mano – Como lo que vienen a hacer está ligado a Ademar no puedo ver de qué se trata. Así que dígame señorita Nérida ¿Qué puede hacer esta anciana por los guardianes de Arcania?.
– Interesante... -murmuró, mirando a Ademar, luego regresó su atención al Oráculo- Hemos venido a consultar un tema delicado, algo que seguro es parte de su amplia sabiduría.

    La oráculo se acercó a ella despacio para verla mejor, con un movimiento le indicó a  Ademar que se pusiera junto a ella. El tritón obedeció al instante y los ojos de la anciana recorrieron a los guardianes en silencio.

– He visto movimiento antes de que llegaran, las decisiones del exterior están por influir en la paz del interior del mundo– suspiró–  Nuestra paz pequeño Ademar
– ¿Qué podemos hacer? – preguntó el joven algo intimidado.
– Querido, tú debes seguir haciendo lo mismo, mantente firme en lo que crees, pero comienza a pensar en las consecuencias de tus acciones... ahora... –la mujer extendió los brazos y cerró los ojos. – Haz tu pregunta, Nérida de Atlantea

   Nérida escuchó aquello preocupada, eso no podía significar nada bueno. Asintió cuando el Oráculo se dirigió a ella.

- Buscamos a aquellos que poseen el don de sanar la corrupción. -dijo, seriamente- ¿Podría revelarnos el paradero de estas personas?

    El agua comenzó a calentarse a su alrededor, Ademar tomó el hombro de Nérida y la apartó un poco de la oráculo. Una pequeña descarga eléctrica pareció tocarlos en ese momento y la vieja abrió los ojos, esta vez los tenía totalmente blancos. Los guardianes pudieron sentir una extraña opresión, como si las paredes estuvieran cerrándose contra ellos.

– Los veo a todos... pero la mayoría tiene  un futuro trascendente para sus hogares, adivino que quieren llevárselos, como lo hicieron con Mirali. No puedo permitir que alteren lo que veo por un futuro incierto.
– ¿Hay alguien a quien podamos ver sin que cambie el flujo del futuro esperado? – preguntó el tritón algo preocupado.
– Los hay, pero no puedo saber, si querrán ayudarte o si llegaras a tiempo pequeño Ademar.
– No importa, por favor abuela...
    Nérida miró preocupada a Ademar, luego al oráculo.
– Disculpe, pero ¿a qué se refiere con eso? ¿Los mares están en peligro?
– No te aflijas guardiana…– Dijo la anciana posando la mano sobre la cabeza de la sirena– y nunca quieras saber más de lo necesario. Muchas veces tratando de evitar un mal futuro, se provoca que este ocurra– la anciana extendió su mano de dedos largos y arrugados para acariciar el rostro de la chica. – No hay un futuro, son muchos, uno para cada decisión que se toma, diferentes caminos, diferentes metas. Son muy raras ocasiones cuando todos los caminos llevan a un mismo lugar.

    La sirena le miró un poco menos preocupada y le sonrió.
–Hay tres que tienen el don que buscan y si deciden ayudarlos no se verá afectado el mundo interior… Disseral de Sindaria, Hiramu de Orcinius, a la ultima la conoces Ademar, es Itzel de Octodea. –Los ojos de Atlacamani volvieron a la normalidad y el ambiente regresó a la normalidad. –Bueno hijita, les queda una decisión que tomar ¿Se quedan a descansar o se van ahora?
–Por mi parte podemos marchar ahora mismo, pero no sé si quieres quedarte otro rato con tu familia... -miró a Ademar con curiosidad.
–Creo que debemos irnos– Le respondió algo pálido– Mirali me está esperando.
–En ese caso les daré un empujoncito -Dijo la oráculo sonriendo con nostalgia- ¿A dónde irán primero?
–Voto por Octodea, más vale malo conocido.
– Supongo que si enfrentamos al peor de los reinos primero, luego los demás serán plancton comido. –se encogió de hombros.

    La oráculo se rió y levantó las manos, un pequeño remolino de agua se formó alrededor de los guardianes.
– Baniriam les dará el amuleto de libre paso y podrán ir a donde quieran con mi bendición. – Les dijo la vieja antes de que el remolino los envolviera por completo.

    Ademar intentó protestar pero fue imposible. El remolino se detuvo y los jóvenes ya se encontraban frente a los padres de Ademar. La sirena rubia les dio la espalda en cuanto reconoció a su hijo.

–Pensé que venía la vieja –dijo el padre de Ademar soltando un suspiro.
–Lo siento... –dijo el peliazul al instante bajando la vista.
–Siempre lo sientes... siempre... –replicó en voz baja la mujer– ¿Se les ofrece algo a los guardianes?
– Más respeto para empezar. – Nérida se cruzó de brazos, alzando una ceja.
–No es mi intención ofenderla –replicó la mujer con voz cansada.
– Y para mi compañero Ademar también. –añadió, sin cambiar su posición.
– ¿Le estoy faltando al respeto Ademar? –preguntó la rubia con el mismo timbre de voz.
– No madre –respondió inclinándose ante la mirada firme de su padre, que se había colocado junto a su esposa. –La oráculo nos envió por el amuleto de libre paso.

    La sirena se quitó un collar con un dije en forma de corazón, tenía siete pequeñas conchas incrustadas en él, cada una oriunda de cada mar y en el centro, perlas representativa de cada oráculo. Sin volverse hacia los guardianes, le entregó la joya a su esposo y este a su vez se la ofreció al guardián.

–Buen viaje– les dijo el tritón en tono algo frío.
–M-Mirali se encuentra bien, no se ha vuelto terrestre ni una sola vez. -dijo Ademar al acercarse a tomar la joya.
–Todos mis hijos sanguíneos han decidido alejarse de mi... debo ser la peor madre del mundo
–No madre, fue mi culpa, Mirali salió para ayudarme, volverá cuando...
– ¡Basta! – El tono de su padre se volvió más severo– ¿No te cansas de tener siempre la culpa de todo? creo que ya va siendo hora de que cada quien tome responsabilidad de sus actos... buen viaje guardianes. – concluyó abrazando a su esposa.

    Ademar se quedó estático. Sabía que la última frasea significaba "vayan a donde tengan que ir", pero lo que dijo antes lo tenía paralizado. ¿A caso sus padres se habían dado cuenta? ¿Descubrieron que siempre encubría los errores de sus hermanas? ¿Que tomaba la responsabilidad de ellos? “que cada quien tome responsabilidad de sus actos”… ¿Le estaba diciendo que no lo culpaba?

– Vámonos Ademar. – Dijo la chica sin dejar de mirar a la pareja con seriedad– Alguna gente nunca entenderá que salvar el mundo también conlleva hacer sacrificios. – posó su mano en el hombro del triton esperando que se recompusiera para salir de ahí.
– ¿Crees poder salvar el mundo Ademar? – le preguntó su madre abrazándose a su esposo con más fuerza.
– Voy a contribuir. -respondió el peliazul- Mirali también, la cuidaré  y en cuanto sea posible, la traeré de regreso como ella desea.
–Entonces apresúrate, cumple tus responsabilidades y no deshonres al mundo interior.

    El joven tritón tomó la mano de su compañera y nadó a gran velocidad arrastrándola hasta alejarse.
–Muchas gracias señorita Nérida –dijo bajando la velocidad– No sé cómo voy a pagar lo que ha hecho por mí.
–No, perdona, no he podido hacer nada. –Apretó un poco su mano y le miró con una sonrisa de disculpa– Ojalá entendieran que lo que hacemos les mantiene a salvo a ellos y a muchos más.
–Creo que han logrado entenderme más nunca... y yo a ellos. En verdad muchas gracias. –Se  detuvo al fin y le besó la mano – Allá adelante hay una corriente que nos llevará a Octodea, con su hechizo, estoy seguro que llegaremos en un suspiro  –le soltó la mano y le puso el amuleto que acababan de entregarle. –Es mejor que lo porte usted.
    Le sonrió agradecida y tomó el amuleto.
– ¡Vamos a por los elegidos! –sonrió de buen ánimo.
Misión para :iconel-pacto-de-arcania:
Tenía que subir esto hace siglos, pero apenas comencé la edición. Intentaré terminarla rápido para poder integrarme de nuevo. 
 
Segunda parte: fav.me/dbhmi1s
Tercera parte: fav.me/dbiu58u
© 2017 - 2024 ClauCabyClausy
Comments8
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Reigkye's avatar
AY POR FAVOR me encantan los mundos interiores xD Mirali es un poco niña mimada jajajaja Pero creo que Nérida me va a caer genial ^^ Y bueno a Ademar lo amo, pero eso ya de antes ^^ A ver qué tal con tanto pez que visitar! ^^